Adiós

Algunas tardes, mientras camino de regreso a casa, susurro cosas al viento esperando que las lleve a oídos de alguien que sepa entender. A veces son mensajes de amor o ahogados gritos de auxilio o versos de mi poema favorito o aquello que por mucho tiempo he callado. He susurrado más te quieros de los que he dicho y más palabras de odio de las que jamás he gritado. 
Anoche soñé que susurraba mi nombre. Justo en ese momento una hoja cayó desde un árbol y pensé que esa hoja aplastaría las palabras que acababan de salir de mi boca. Mi nombre oculto bajo una hoja, pensé asustada, la gente lo pisará, o un viento alzará la hoja y quedará a descubierto. Quizás un extraño se lo lleve pegado al zapato. Quizás una mujer muy guapa en tacones le pinche algunas letras y lo deje incompleto. 
En el sueño buscaba la hoja bajo la que estaba mi nombre, pero eran muchas y todas habían arrastrado consigo las palabras de otras personas que también susurraban al viento. Encontré poemas, canciones, deseos, maldiciones, insultos y otros tantos nombres, pero el mío no. Quizás, pensé, la hoja no lo ha alcanzado y va por ahí volando, y quizás alguien (no sé quién) lo oiga y, ojalá me conociera y se acordara de mí.
Cuando desperté oí un nombre, tal vez lo imaginé, pero me gustó pensar que lo había traído el viento que, después de tanto tiempo, me encontró. 

Me gustó acordarme de ti.

(De tu nombre, de tu sonrisa preciosa, de tus títeres, tus sueños gigantes, tus locuras espontáneas, tus escapadas que nos asustaban, tus adioses que rara vez eran un hastapronto y ese último de todos, que no nos explicaste a tiempo que era el último)

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