Lejos.

Duelen los nudillos de tanto golpear el suelo. Rodillas heladas. Callejones sin salida. 
Duelen los pies de tanto correr, duele el alma de tanto escapar. Lejos.
Duelen las palmas de las manos de cerrarse tan fuerte en torno al corazón.

Se deja caer, vencida. Ha pasado diez minutos golpeando el suelo con el puño, se ha herido con el asfalto y espera que la lluvia torrentosa le amaine el dolor. Golpear de rodillas al piso le solía servir como acto catártico, pero ya no, ya no vale la pena. Cuando las madejas se enredan demasiado ya sólo queda cortar, no hay salida, no hay manera de desenrollar. 
Suspira, respira, echa a correr. La lluvia le cubre la vista, le empapa la ropa y se la pega al cuerpo, dificulta la huida. Al piso, otra vez. Intenta levantarse y continuar, pero va de rodillas. Avanza así y duele, duele demasiado, le tiemblan las piernas y el cuerpo cae. Un pequeño impulso hace que ponga los codos contra el piso y arrastre el cuerpo. 
Quince centímetros más allá, vuelve a caer. 
La lluvia no le da respiro, cae rauda como si quisiera cubrirla por completo, ahogarla. De cara contra el piso la siente en los labios, la siente entrar de a poquito por las fosas nasales en su respirar agitado. Abre la boca, siente la humedad y el frío. Murmura: "lejos".
*
Nunca llegó. Se quedó allí tirada, con la boca abierta, con los nudillos sangrantes y las heridas en las rodillas. Nunca la salvaron, porque nunca nadie se enteró de qué huía. Dicen que al encontrarla tenía una mano apretándose fuertemente el pecho y la otra estirada por delante, como si intentara alcanzar algo.
Algo allá, a lo lejos.


(PD: He vuelto, Blogger)

2 comentarios:

  1. Ha sido leerte, y recordar el poema aquel poema (de Machado) que dice: "Caminante, no hay camino...".
    Buena entrada. Eres grande escribiendo.

    ¡UN SALUDO!
    http://undiariopersonalmas.blogspot.com.es/

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  2. Me encandila desde el principio. Bonita manera de escribir.

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